Basada en un guión de Anthony Shaffer, The Wicker Man (que ha sido recientemente revisada con poco acierto, como en casi todas las revisiones de los clásicos del cine), nos cuenta la llegada del sargento Neil Howie a una remota isla escocesa atendiendo a la llamada de una madre que denuncia la desaparición de su hija, Rowan Morrison. Los lugareños se rigen por los designios de Lord Summerisle, que profesa una antigua religión, basada en el culto a la tierra y la naturaleza.
El sargento, ortodoxo católico practicante sufre un conflicto existencial entre la práctica de los viejos ritos paganos y remotos rituales. Aún suponiéndose el protagonista del film, el espectador termina por aceptar la forma de vida de la comunidad, en contra de las rígidas costumbres del continente.
Un film de culto (otro más, de la Hammer), gracias a su original planteamiento, inusual para la época, la maravillosa actuación de un Christopher Lee siempre brillante y escenas memorables como el inesperado desenlace o joyas como la danza erótica de la bellísima Britt Ekland.
Si han tenido oportunidad de ver las dos versiones, comparen y comprenderán porqué ésta es una obra maestra olvidada en la Historia del Cine.
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