Luces de la ciudad

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Luces de la ciudad es otra de las grandes obras del maestro Charles Chaplin. Una vez más, este actor y director plasmó su arte en esta película estadounidense del 1931, encarnando su conocido papel de Charlot. Dentro del reparto también encontramos a Virginia Cherrill interpretando a la florista, y a Harry Myers, dando vida al millonario ebrio.

Cuenta la historia que un día, Charlot se enamora de una florista ciega. Él, un vagabundo sin techo cae prendido de la delicadeza de la muchacha vendiendo flores en un puesto de la calle. Poco después, perdido por la ciudad encuentra un millonario borracho a punto de suicidarse. Charlot lo evita y juntos pasean forjando una amistad que durará solo esa noche, ya que cuando al millonario se le pasa la borrachera, se olvida de todo.

Mientras tanto, Charlot y la florista viven un idilio en el que la pobre chica ciega cree que su enamorado es un millonario. A la florista la van a embargar, y Charlot trata por todos los medios de conseguir dinero para evitarlo. En esta situación vuelve a encontrarse al millonario quien, borracho otra vez, le regala una cuantiosa suma de dinero. Sobrio de nuevo, vuelve a olvidarse de todo y manda detener a su amigo. Antes de que lo detengan, logra darle el dinero a la florista. Mientras él está en prisión, su enamorada logra salvar la casa y someterse a una operación que le devolverá la vista. Tiempo después, Charlot es liberado y se encuentra con la florista, que lo reconocerá gracias al tacto de sus manos.

La famosa melodía de la película es La Violetera, composición de José Padilla. Chaplin la empleó sin el consentimiento de su autor, el cual interpuso un pleito que ganó en París.

Dentro de la lista de las cien mejores películas que elabora el American Film Institute, en 2007 logró llegar al puesto número once.

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